Con este grado de lindeza,
perfección y humilde excelencia luce María Santísima del Carmen, Patrona de
Rute, en su santuario, vestida para una cuaresma en la que celebraremos el solemne
triduo al santísimo Cristo del Mayor Dolor.
Texto: Jesús Manuel Redondo Alba
Imágenes: miembros j.g. de la Archicofradía
Hace apenas una semana gozábamos en el santuario del
nonagésimo tercer aniversario de tu nombramiento y proclamación como Patrona de
Rute, en el cual, Carmen, luciste radiante y llena de luz, cual si hubieses
querido emular con tu cegadora luminosidad la ‘hermosa vidriera’ a la cual los
ruteños rendimos nuestro ingente fervor.
Contemplarte tal y como te vemos desde hoy en tu
acogedora morada de la calle Toledo, Madre, nos dispone espiritualmente de tal
forma que brota de nuestro interior la penitencia, la reflexión y la meditación
personal. Sobre todo cuando la dulce y cuaresmal mirada de tu rostro vestido de
tul y mantilla dorada superpuesta, se cruza con la imagen de tu Hijo, envuelto
de traje terciopelo morado con encajes de hojilla y chantillí. Un poco más abajo
de tu altar mayor, Madre, nos encontramos igualmente a tu Hijo, a Jesús del
Mayor Dolor: Dios hecho hombre, humillado y a punto de entregar su vida por
nosotros.
Dolor que, aunque en forma de gloria carmelitana, se
manifiesta igualmente en tu divino rostro por el reflejo en el mismo del color
morado de las flores de tu escapulario y el marrón de tu saya, que en absoluto
desentonan con tu excepcional presencia señorial, envuelta de sencillez por la
albura de tu capa de seda salvaje, cuya única misión es la de recoger toda la
pureza que a borbotones mana de tu ser.
Pureza carmelitana que te define una vez más como
reclamo eterno de oración para todos los ruteños, más aún en este tiempo
cuaresmal que se nos viene, en el cual deberíamos utilizar a menudo tu pelo
tendido que llega hasta el Cielo para estar más cerca de Jesús y de su pasión.
No tengo la certeza, Carmen, de que al final de
nuestros días, cuando nos encontremos contigo en el paraíso, los ruteños te
contemplemos con la sublime imagen de Reina y Señora con la que luces
actualmente en tu camarín (tampoco eso me preocupa demasiado). Ni siquiera tengo
el menor atisbo de si vamos a poder admirarte con tu pelo moreno, tu faz de
mujer cordobesa y escapulario en mano.
No obstante lo anterior, Carmen, los ruteños no
perdemos la esperanza de encontrarnos ese paraíso de Cielo preñado de belleza y
de alcanzar en él (después de nuestra vida terrenal) el anhelado e idolatrado
estado de completa satisfacción, ese que escapa -según los que lo describen- de
la más pura comprensión humana.
Rezarte tras la reja de tu santuario,
Reina y Señora, también es rezarte en el Cielo y, a pesar de que El Carmen esté en plena tierra
llana, tu belleza también consigue que lo tangible se escape de cualquier
lógica humana.
(Nuestra más sincera enhorabuena a los compañeros de
la comisión y grupo de camarería de nuestra Archicofradía).
¡VIVA LA VIRGEN DEL CARMEN!
¡VIVA LA PATRONA DE RUTE!
¡VIVA LA REINA Y SEÑORA!
¡VIVA LA EMPERATRIZ
CARMELITANA!
No hay comentarios:
Publicar un comentario