Texto: Jesús Manuel Redondo Alba
Imágenes: archivo de la Archicofradía
La inconmensurable estampa de tu presencia, Carmen,
engalanada cual ‘Estrella del monte Carmelo’ para Navidad que describíamos hace
poco, de por sí, ya me parecía argumento más que suficiente para relacionar tu
nombre con la Natividad.
¡Qué mejor anhelo que tenerte cerca al final de ‘los barrancos’ para seguir la
estela luminosa de esa tu gloriosa
efigie que nos conduce al Niño Jesús!
Pero ese argumento al que me refiero y que define lo
que es la Navidad
en tu santuario, Madre, se ha ampliado al contemplar tu bendita morada repleta
de pascueros rojos que nos recuerdan, en primer lugar, la intensa pasión con la
que los cristianos esperamos la llegada del Salvador y, en segundo lugar, la
inmaculada belleza que luce actualmente tu santuario siempre franquiciado por
Ti, Señora: nuestra ‘Virgen buena y santa’ del Carmelo que con sólo mirarnos
nos lo da a entender todo.
Como también lo da a entender todo -sobran las
palabras- el sublime escenario en forma de Belén en grana y oro que la comisión
y grupo de altares de la
Archicofradía ha dispuesto a la reja del santuario para
recordarnos el Nacimiento del Salvador. En él se mezclan, de la forma más sutil
y excepcional, la más preciosa conjugación entre un fantástico altar dedicado a
la Natividad
del Señor y el más lujoso y majestuoso salón de entrada al santuario de la Señora y Patrona de Rute,
que luce al fondo orgullosa de ser Madre de Dios y Reina nuestra.
Candelabros de bronce y velones dorados que nos
recuerdan la luminosidad de la llegada del Niño; decoración dorada con
cornucopias que mecen cual ilusionismo de esperanza la cuna en la que nacerá el
Niño y gran dosel grana que enmarca al fondo a María del Carmen, Patrona
nuestra, esperando a los ruteños con los brazos abiertos. Incluso el ‘anís de
Rute’ brota sin cesar, cual fuente de vida, acompañando con su soniquete incesante
a dar sentido a esta estampa. Es decir, queridos carmelitas: un Belén parido
por artistas, en pleno ‘Jardín de Cielo’ carmelita.
Ahora sólo nos queda acercarnos a él, postrarnos a
las plantas de la Señora,
coger su mano y seguir el camino que Ella nos muestre para llegar a la Gloria de su Niño Jesús.
Mi más sincera enhorabuena, una vez más, a esos
infatigables artistas compañeros de Archicofradía que han logrado convertir de
nuevo El Carmen en un idílico y prodigioso Nacimiento al final de la misma
calle Toledo…
A eso le llamo yo, queridos carmelitas, tener cerca
el Paraíso…
¡VIVA LA VIRGEN DEL CARMEN!
¡VIVA LA PATRONA DE RUTE!
¡VIVA LA REINA Y SEÑORA!
¡VIVA LA EMPERATRIZ CARMELITANA!
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