Texto: Jesús Manuel Redondo Alba
Imágenes: José Macías Granados
Aprovechamos el hecho de que hoy
celebramos la festividad del Dulce Nombre de María, para centrar nuestra mirada
en María Santísima del Carmen, Patrona de Rute, a la que los ruteños nos
encomendamos en este día para implorarle un buen comienzo de curso y, a la vez,
la protección necesaria para nuestras familias en esta vuelta de todos a la
bendita rutina del trabajo.
Gracias a Dios, los ruteños la
tenemos a Ella en su Santuario de la calle Toledo para legarle todos nuestros
temores e incertidumbres, tras haber vivido junto a Ella un inolvidable verano carmelitano
que quedará grabado en nuestros corazones como aliciente para otorgarnos la suficiente
fuerza moral para cumplir en el día a día con la misión que nuestro Señor nos
tiene a cada uno de nosotros encomendada.
De esta guisa, querida y adorada
Carmelita, dirigimos a ti nuestros ojos misericordiosos para que extiendas
sobre tus hijos la protección de tu manto y, manteniéndonos firmes en nuestra fe,
sigamos aferrados a tu rostro como el faro que, siempre dotado de luz, nos siga
mostrando el camino hacia la salvación.
El origen de esta fiesta del
Dulce nombre de María, se centra en la victoria de la batalla de Viena, en
1683. Lucas, en su evangelio, ya hizo referencia al nombre de la doncella que
va a ser la Madre
de Dios: “Y su nombre era María”. El nombre de María, traducido del hebreo ‘Miriam’,
significa ‘doncella, señora, princesa’.
Estrella del Mar, feliz Puerta
del cielo, como canta el himno Ave Maris Stella. El nombre de María está
relacionado con el mar pues las tres letras de mar guardan semejanza fonética
con María. También tiene relación con ‘mirra’, que proviene de un idioma
semita. La mirra es una hierba de África que produce incienso y perfume.
En el Cantar de los Cantares, el
esposo visita a la esposa, que le espera con las manos humedecidas por la
mirra. ‘Yo vengo a mi jardín, hermana y novia mía, a recoger el bálsamo y la
mirra’. ‘He mezclado la mirra con mis aromas. Me levanté para abrir a mi amado:
mis manos gotean perfume de mirra, y mis dedos mirra que fluye por la manilla
de la cerradura’.
Los Magos regalan mirra a María
como ofrenda de adoración. ‘Y entrando a la casa, encontraron al niño con
María, su madre, y postrándose, lo adoraron y abriendo sus cofres, le ofrecieron
oro, incienso y mirra’. La mirra, como María, es el símbolo de la unión de los hombres
con Dios, que se hace en el seno de María. Maria es pues, el centro de unión de
Dios con los hombres. Los lingüistas y los biblistas desentrañan las raíces de
un nombre tan hermoso como María, que ya llevaba la hermana de Moisés, y muy
común en Israel.
Y que para los filólogos
significa hermosa, señora, princesa, excelsa, calificativos todos bellos y sugerentes.
En la Historia de la Salvación es Dios quien
impone o cambia el nombre a los personajes a quienes destina a una misión
importante. A Simón, Jesús le dice: ‘Tú te llamas Simón. En adelante te
llamarás Kefá, Pedro, piedra, roca, porque sobre esta roca edificaré mi Iglesia’;
María venía al mundo con la misión más alta, ser Madre de Dios, y, sin embargo,
no le cambia el nombre. Se llamará, simplemente, MARIA, el nombre que tenía, y
cumple todos esos significados, pues como Reina y Señora la llamarán todas las
generaciones. María, joven, mujer, virgen, ciudadana de su pueblo, esposa y
madre, esclava del Señor. Dulce mujer que recibe a su niño en las condiciones
más pobres, pero que con su calor lo envuelve en pañales y lo acuna. María
valiente que no teme huir a Egipto para salvar a su hijo. Compañera del camino,
firme en interceder ante su hijo cuando ve el apuro de los novios en Caná,
mujer fuerte con el corazón traspasado por la espada del dolor de la Cruz de su Hijo y recibiendo
en sus brazos su Cuerpo muerto. Sostén de la Iglesia en sus primeros pasos con su maternidad abierta
a toda la humanidad. María, humana. María, decidida y generosa. María, fiel y
amiga.
María fuerte y confiada. María,
Inmaculada, Madre, Estrella de la Evangelización.
Santísima Virgen del Carmen,
Señora y Patrona de Rute: que la protección de tu nombre se extienda a todos
los ruteños a través de tu dulcísimo y sereno rostro de Madre y Patrona, y que
tu apellido de Carmen, siempre esté presente en esta bendita vuelta a la
rutina, perfumando con su aroma de Jardín de Cielo cada uno de los momentos de
nuestras vidas.
Ten por seguro, Madre, que los
ruteños siempre estaremos a tu lado haciéndote partícipe de nuestras alegrías,
de nuestras incertidumbres, de nuestros logros y de nuestros fracasos. Por algo
eres y serás por siempre, Abogada y Patrona de nuestras almas y nuestros
corazones.
Felicidades, Madre, por ese
inmaculado, impoluto y luminoso adjetivo de Dulce Nombre de María.
Rute con su Patrona.
Siempre Carmen. Siempre Patrona
¡VIVA LA VIRGEN DEL
CARMEN!
¡VIVA LA PATRONA DE
RUTE!
¡VIVA LA REINA Y
SEÑORA!
¡VIVA SU DULCE NOMBRE!
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