En un traslado marcado por la emoción y el sentimiento, María Santísima del Carmen ha vuelto a su morada de la calle Toledo arropada por sus hijos ruteños, en medio de un ambiente de devoción y fervor popular.
A eso de las siete de la
mañana, las campanas del reloj del Ayuntamiento y las de la torre de la
Parroquia de Santa Catalina, pugnaban a la hora de saludar la salida de María
Santísima del Carmen por la puerta principal de la Parroquia Mayor de Santa
Catalina Mártir de Alejandría, en un alegre despertar que quedará para la
historia Carmelitana por la instantánea de nuestra Patrona (enmarcada a esa
hora) en la escalinata del templo mayor ruteño. Las estrellas, poco a poco,
despertaban entre el Hacho y Las Cruces, soliviantadas por el intenso brillar
de la Estrellita del Monte Carmelo.
Se puede decir que, aunque
el Sol no había hecho acto de presencia, ya había amanecido, en tanto en cuanto la
luz que desprendía el esplendor del rostro de nuestra Patrona, era suficiente
para iluminar la villa de la que nuestra Carmelita es Reina y Señora.
Y es que cuando sales a la
calle, Carmen, siempre lo haces esplendorosa, radiante y gentil (da igual a la
hora que lo hagas).
A golpe de cuerdas de
guitarra de los Hermanos de la Aurora (que nos es poco), hasta tanto en cuanto
no se permita a nuestra Patrona caminar por su Rute a golpe de ritmo de su
pasodoble Reina y Señora, desde la Plaza que lleva su nombre, la Patrona de
Rute aprovechó los instantes en los cuales pudo pisar la misma para mandar un
beso a todo su pueblo, repartir los nardos que el Dia del Carmen recibió sin
fin y girar su bendito rostro hacia la calle Toledo, a sabiendas que su morada la esperaba.
Una calle Toledo que poco a
poco se iba iluminando ya no solo por la luz que desprendía su rostro, sino
también por el del astro Rey que empezaba a saludar a la Patrona de Rute camino
de su Santuario. Bendito acuerdo entre nuestra Madre y el astro Rey, por el
cual nuestra Carmelita aceptó entonces ser esa Hermosa Vidriera donde
resplandeciesen los rayos del Sol.
Las canciones de la Aurora,
a lo suyo: intentando aplacar la emoción embriagada de nostalgia de una familia
carmelitana ruteña castigada de la ausencia de su Patrona en la calle durante
dos años consecutivos, pero intacta en su devoción y fervor a la Reina y Señora
de Rute. Siempre Carmen y siempre Patrona: esa frase que hace fuerte a los
ruteños ante la adversidad para estar más que nunca afianzados y agarrados al
manto de la Carmelita ruteña, parecía hacerse presente en todos los que
acompañaron a su Madre.
Poco a poco, en un lindísimo caminar marcado por los pasos de sus Hermanos de Varal, María Santísima del Carmen se acercó poco a poco al final de la calle Toledo, justo a la antesala de la cuesta de Los Barrancos, donde una desbocada y hermosa petalada sirvió para desenfrenar la pasión carmelitana contenida durante todas las Fiestas Patronales con los ruteños, a la vez que bañar a la Patrona de Rute en un mar de pétalos, vítores y oraciones para saludar la llegada de su morada.
Fue entonces cuando las campanas del Santuario despertaron de alegría al contemplar que la Señora ruteña se encontraba a las puertas del mismo, anunciando a los cuatro vientos de la geografía ruteña el momento de la entrada de la Madre del Carmelo en su morada, o lo que es lo mismo: el momento en el que la Reina del Cielo (preñada de Divinidad) se convertía de nuevo en la Virgen guapa ruteña que ya esperaba a sus hijos para recibirlos en casa.
Hasta allí iremos a
visitarte los ruteños, en pos de comprobar (tal y como aseveraba D. José Jurado
en su pregón) tu condición de Madre perfecta terrenal, a imagen y semejanza de
tu Realeza Celestial como Madre de Dios.
Para eso nos servirán las
visitas a tu Santuario: para seguir aprendiendo a ser como Tú, para que nos
acerques más a Jesús y sigamos viviendo bajo la alegría de tu plenitud.
Se llama María, se apellida
Carmen y, por encima de todo, será por siempre Patrona de Rute.
¡Viva la Virgen del Carmen!
¡Viva la Patrona de Rute!
¡Viva la Reina y Señora!
¡Viva la Emperatriz Carmelitana!
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